viernes, 5 de octubre de 2012

Congreso de sociología: ¿construcción o reproducción?

Pensando en el congreso de profesores Pre-Alas[1] que viene este mes en Pucón, dedicaré este artículo a una reflexión sobre el recién pasado congreso estudiantil en Valparaíso (mayo 2012). Mi pregunta central es, ¿Qué conclusiones y aprendizajes podemos sacar de aquella experiencia? La idea es que la respuesta a ello pueda servirnos en los congresos próximos y en nuestra vida sociológica en general.

Varias cosas nos demuestran que el congreso dista de ser el ideal. La asistencia de los compañeros que cursan años superiores a segundo es baja, quizás debido a la decepción de las experiencias anteriores. A su vez, la mayoría de los compañeros dice que “se va al congreso a carretear”, lo que no debiera ser el objetivo central de un congreso, si se plantea como tal, claro está. A esto podemos sumar el bajo número de ponencias existentes, demostrado en el caso nuestro en que sólo un compañero de la carrera expusiera. 

Por otro lado está el contenido de la instancia. Las problemáticas tratadas respondían más a lo que cada uno quería poner en la mesa que a los temas que pudieran considerarse relevantes para la sociedad, reflejando una sociología hecha entre cuatro paredes, sin mirar lo que afuera estaba pasando, en otras palabras, una sociología a la que le falta sociedad. Y cómo saber de antemano cuáles son esos temas relevantes, si padecemos de una disciplina que actualmente no tiene un proyecto con sentido propio. Esta parece ser la explicación a  lo dicho hasta ahora.

Esta carencia de un proyecto de la sociología, si bien se refleja en el congreso, se construye realmente en la cotidianidad de nuestra carrera: ramos que se quedan en lo abstracto, sin conectarse con la realidad, investigaciones que parecen dedicarse más a la nota del ramo que al aporte real a cierta problemática, metodologías en la sala que se caracterizan por el profesor que habla y el estudiante que es un mero receptor del mensaje, entre otras… Por esto no es raro que el congreso se desarrollara de la misma forma, es decir, como una mera exposición y descripción de investigaciones, en que ni los expositores ni los asistentes demostraron ánimos de problematizar el contenido transmitido allí. Lo anterior refleja las pocas herramientas que tenemos hoy como sociólogos para abordar las problemáticas, lo alejado que nos encontramos de la realidad y la mera reproducción que hacemos de lo que ocurre en nuestra universidad a la hora de participar de espacios como el congreso.

En este punto del artículo nos estaremos preguntando qué debiera ser entonces un congreso, y cómo logramos que eso se dé…

 Organizarse con los compañeros de otras universidades no es algo fácil, y por lo mismo debiera aprovecharse la instancia siempre que se realice. Lo mínimo para un congreso en que todos sus participantes estudian la misma carrera pero no comparten cotidianamente, es resolver  preguntas curiosas como ¿tendrán nuestros mismos ramos? ¿Cómo serán sus clases? ¿Se investiga en su universidad? ¿De qué temas?, etc… Pero nada de lo que podríamos llamar vincularse ocurrió: cada uno con el grupo de su universidad. Resolver dichas preguntas al menos nos daría cuenta de la desigual situación en la que se encuentra la sociología en las diferentes universidades, y de la necesidad de retroalimentarnos para que el aprendizaje deje de ser una tarea puesta en manos de terceros. Esto es exactamente otro objetivo que de por sí debiera tener un congreso: que sea un espacio de construcción. El conocimiento no es algo que se produzca sólo al momento de investigar ni una vez que se tenga el cartón en mano, si no también en el debate y problematización con los compañeros, y en este sentido ese debiera ser un espacio en que esto se dé.

Pero, como dije anteriormente, estos problemas tienen su raíz en prácticas cotidianas que tienen como resultado una sociología sin un proyecto (o al menos no de carácter público). Por tanto, cambiar esta falta de proyecto supone cambiar día a día la sociología que construimos, así como también subvertir los espacios en que tenemos total incidencia, como lo es el congreso pasado. En este sentido, más que abandonar la idea de una sociología crítica y transformadora, se trata de apropiarnos de estos espacios a partir de la construcción con los compañeros de estos, ya sea organizando ponencias que busquen problematizar algún tema, organizando el congreso o siendo partícipe de los debates, poniendo en evidencia que si se trata de un congreso de estudiantes, su resultado será producto de la acción de los estudiantes mismos. 
En paralelo se presenta el desafío de dotar de sentido, en la cotidianidad  nuestra carrera. Esto puede hacerse tanto desde los ramos como fuera de ellos. Desde los ramos proponerse que cada trabajo tenga como objetivo último servir a la sociedad (por supuesto no a los que la dominan) es una buena forma de partir. Y desde fuera de estos, crear espacios de producción de conocimiento que respondan y busquen transformar la realidad actual-el ideal con el que la mayoría de nosotros entra a estudiar sociología- es una forma de pavimentar el camino para disputar y construir un proyecto de sociología. 

A modo de resumen: la imagen del congreso es el fiel reflejo del estado actual de la sociología, precarizada y sin un proyecto que la dote de sentido. La construcción de ese proyecto, que nos lleve a salir del tercer mundo (y no para llegar al primero), está en manos de nosotros los estudiantes, tanto a partir de la subversión de la forma en que se dan hoy en día los congresos, así como de la carrera todos los días. Para ello, la organización con nuestros compañeros, así como tener claro qué es y qué queremos construir con la sociología, es la clave que nos llevará a dotar de sentido un proyecto de sociología.




[1] ALaS: Asociación Latinoamericana de Sociología

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