
Varias cosas nos
demuestran que el congreso dista de ser el ideal. La asistencia de los
compañeros que cursan años superiores a segundo es baja, quizás debido a la
decepción de las experiencias anteriores. A su vez, la mayoría de los
compañeros dice que “se va al congreso a carretear”, lo que no debiera ser el objetivo
central de un congreso, si se plantea como tal, claro está. A esto podemos
sumar el bajo número de ponencias existentes, demostrado en el caso nuestro en
que sólo un compañero de la carrera expusiera.
Por otro lado
está el contenido de la instancia. Las problemáticas tratadas respondían más a
lo que cada uno quería poner en la mesa que a los temas que pudieran considerarse
relevantes para la sociedad, reflejando una sociología hecha entre cuatro
paredes, sin mirar lo que afuera estaba pasando, en otras palabras, una
sociología a la que le falta sociedad. Y cómo saber de antemano cuáles son esos
temas relevantes, si padecemos de una disciplina que actualmente no tiene un
proyecto con sentido propio. Esta parece ser la explicación a lo dicho hasta ahora.
Esta carencia de un proyecto de la sociología, si bien se refleja en el congreso, se construye realmente en la cotidianidad de nuestra carrera: ramos que se quedan en lo abstracto, sin conectarse con la realidad, investigaciones que parecen dedicarse más a la nota del ramo que al aporte real a cierta problemática, metodologías en la sala que se caracterizan por el profesor que habla y el estudiante que es un mero receptor del mensaje, entre otras… Por esto no es raro que el congreso se desarrollara de la misma forma, es decir, como una mera exposición y descripción de investigaciones, en que ni los expositores ni los asistentes demostraron ánimos de problematizar el contenido transmitido allí. Lo anterior refleja las pocas herramientas que tenemos hoy como sociólogos para abordar las problemáticas, lo alejado que nos encontramos de la realidad y la mera reproducción que hacemos de lo que ocurre en nuestra universidad a la hora de participar de espacios como el congreso.
En este punto
del artículo nos estaremos preguntando qué debiera ser entonces un congreso, y
cómo logramos que eso se dé…

En paralelo se
presenta el desafío de dotar de sentido, en la cotidianidad nuestra carrera.
Esto puede hacerse tanto desde los ramos como fuera de ellos. Desde los ramos
proponerse que cada trabajo tenga como objetivo último servir a la sociedad
(por supuesto no a los que la dominan) es una buena forma de partir. Y desde
fuera de estos, crear espacios de producción de conocimiento que respondan y
busquen transformar la realidad actual-el ideal con el que la mayoría de
nosotros entra a estudiar sociología- es una forma de pavimentar el camino para
disputar y construir un proyecto de sociología.
A modo de
resumen: la imagen del congreso es el fiel reflejo del estado actual de la
sociología, precarizada y sin un proyecto que la dote de sentido. La
construcción de ese proyecto, que nos lleve a salir del tercer mundo (y no para
llegar al primero), está en manos de nosotros los estudiantes, tanto a partir
de la subversión de la forma en que se dan hoy en día los congresos, así como
de la carrera todos los días. Para ello, la organización con nuestros
compañeros, así como tener claro qué es y qué queremos construir con la
sociología, es la clave que nos llevará a dotar de sentido un proyecto de
sociología.
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