Vivimos en el tercer mundo. De tanto estar aquí y de tanto esperar la próxima fecha y el próximo horario puede que ya no lo notemos, puede que, sin percatarnos, nos convencimos de que estudiamos una disciplina galopante, que entre fondo y fondecyt, conocemos cada vez más la sociedad y que existen cada vez más oídos interesados en lo que tenemos que decir. Puede que mirar fotos en un plasma no tenga utilidad alguna, pero de todas formas nos da la sensación de que estamos creciendo, caminando por el sendero de lo moderno. Puede que subiendo escaleras y circulando por el hall nos olvidemos que el simulacro no era más que eso y lo tomemos por natural. Puede pasar. Que el tercer mundo se vuelva nada más que el mundo pintado con los colores de cada uno. Nuestro mundo.
Pero sentados en la sala, baste ver la desproporcionada estructura metálica de los ventiladores para recordarnos nuestra verdadera condición: aunque nos consideremos una Universidad de Élite que, cual faro protector, guía a la nación hacia el desarrollo pauteado por la OCDE, aunque el decano diga discurso a discurso que tenemos el liderazgo en las ciencias sociales, acá las cosas no se hacen más que por la apariencia, levantando muros para tapar la miseria.
Ventiladores, plasmas, invernaderos para almorzar, toma de CFGs, son sólo síntomas superficiales de una facultad que funciona a medias, con pocos recursos, y que tiene bajo su administración a cuatro carreras sin un norte claro. Así, particularmente en el tercer piso de la facultad, se ha (sub) desarrollado una sociología dependiente y colonizada por un saber primermundista, con más autores franceses que latinoamericanos, justificando investigaciones completamente abstraídas de su realidad e inertes a los procesos sociales y de lucha.
Así, los alumnos nos vemos caminando tras la promesa del desarrollo con una mochila cargada de ausencias e ideales. No nos damos cuenta cuando ya se nos termina la carrera y de lo que pensábamos, ya pensamos otra cosa. La disciplina de nuestra vocación se vuelve solo una forma de ganarse la vida. ¿Eso queremos?
Somos un grupo de estudiantes de Sociología que creemos que la carrera está como está principalmente porque toda crítica y todo malestar se expresa de manera individual, sin tender lazos que nos permitan dialogar sobre eso. Todos parecemos creer que haremos una contribución personal que revitalizará la discusión en la disciplina, pero hoy desconfiamos de esa idea. Como estudiantes de la carrera nos falta apropiarnos de nuestro espacio, percibirlo como susceptible de ser transformado: la carrera es nuestra, y, por lo tanto, también es nuestra la posibilidad y el deber de trabajar para que cambie. Así, este medio es una invitación al diálogo, a resignificar y apropiarnos de nuestro espacio, estudio y organización, y a disfrutar y compartir nuestro luchar. Muchas dudas quedan y muchas certezas faltan, como la de si un medio de comunicación puede aportar a resolver esto. Lo sabremos en el camino, pero de lo que sí estamos seguros es que si no hay compañeros y compañeras que se involucren en esta idea y en trabajar por la carrera, no daremos un solo paso.
A compartir el malestar, a construir la alternativa
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