Por David Carrasco
y Camila Sanhueza
Egresamos. Estamos
fuera. Es propio de quienes terminan un proceso y dejan atrás una parte
importante de su vida, recordar con nostalgia los buenos momentos, valorar lo
aprendido, emocionarse y tal vez llorar… Sin embargo, después de los abrazos,
la alegría de ver a la familia contenta y las fotos para el recuerdo, no
podemos dejar de pensar lo que fueron estos años y quizás, haciendo gala del
hábito de pensamiento que debiéramos haber formado, hacer una evaluación
crítica respecto de lo que pasamos en nuestra estadía por la carrera de sociología
en la Chile. Como egresados somos lo suficientemente jóvenes como para decir
que aún nos sentimos parte de lo que aquí pasa, y lo suficientemente viejos
para decir que tenemos una posición externa que nos permite ver con perspectiva
lo que aquí sucede. En ese sentido, el limbo del egreso nos proporciona un buen
punto de vista… algo así como un doble agente, o un bisexual.
Cuando llegamos el
primer día algunos profesores nos hablaron para orientarnos respecto a lo que
nos habíamos metido. Algunos nos dijeron que además de investigar la realidad,
éramos agentes de cambio y que podíamos transformar la sociedad. Incluso un
profe con su errática gestualidad y oratoria (que luego lo llevaría a mancharse
la camisa con café) nos señalaba que
esperaba que fuéramos los nuevos Chicago boys, claro está que no lo decía
porque esperaba que fuéramos unos conservadores neoliberales, sino por su
capacidad de transformar la sociedad chilena “radicalmente”. Otro nos dijo que
al tercer año, todos íbamos a llegar de alguna forma al psicólogo y tendríamos
depresión. Bueno, en perspectiva podemos decir que el primero manifestó muy
bonitas intenciones, y que el segundo acertó mero mero.
Pasa que nos
vendieron la promesa de la universidad pública, llegamos aquí (en vez de a la
Cato) porque esperábamos encontrar una universidad y una sociología involucrada
con las mayorías del país y con el cambio. Sin embargo, ya no estábamos en
aquellos años gloriosos en que la sociología tenía un sentido, una razón de
ser. Modernización, Desarrollo, Revolución, Lucha de clases pasaron a ser unas
bonitas palabras que nos recordaban que alguna vez en algún sitio nuestra disciplina no fue
descafeinada, sin alcohol, light y de tofu.
Hoy y producto del
aparataje institucional en el que nos vemos inmersos como consecuencias del
mercado universitario, presenciamos cómo nuestra universidad, nuestra facultad
y nuestra carrera más allá de las buenas intenciones, no tiene ninguna
capacidad de poder incidir en nuestro país. Y no puede porque mientras las
ciencias sociales no arranquen desde la necesidad de transformar nuestro país, permanecerá
reducida a lo que actualmente es: un revoltijo de papers, becas y postgrados
que repiten lo ya dicho mil veces para quedarse en el pajeo epistemológico y
metodológico de que ya no se puede conocer toda la sociedad, sino que sólo sus
fragmentos aislados de la totalidad y la historia, bla bla bla. Esto lo presenciamos en el momento en que
nuestra malla es un conjunto de ramos en que muchos de ellos no sirven para
nada, son incoherentes, y que muchas veces ni siquiera tiene la calidad
necesaria para una universidad. ¿Producimos conocimientos (que es la razón de
ser de toda ciencia, incluso de la nuestra) o sólo reproducimos la bancarrota
de la sociología acumulando a lo largo de los años montones de fotocopias,
apuntes y trabajos que sólo sirven para ganar otra cosa que no es conocimiento
(las notas)?
La depresión de la
que hablaba aquel profe, seguramente se refería a que medida que avanzamos en
nuestra carrera vemos como la promesa de la universidad pública se va
desmoronando. Lo que nos pareció tener un sentido articulador de nuestro
quehacer, ahora nos parece que son las sombras y los fantasmas de antaño. En
fin, ante esto existen dos posibilidades: o nos dejamos desmotivar y caemos en
la inercia de lo que es, o nos molestamos y nos proponemos generar los cambios
que son necesarios. En ese sentido, hay que preguntarse por la situación del
país, el entramado de las correlaciones de fuerzas que subyacen a las
estructuras económicas, políticas y sociales… tomar posición. En definitiva,
debemos reformar lo que hacen los sociólogos para que vuelva a ser sociología,
es decir, una forma de conocer críticamente la sociedad que potencia los
caminos de emancipación.
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